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Cómo criar hijos considerados en la era del yo primero
CADA día nos ofrece numerosas oportunidades de hacer cosas buenas por los demás; sin embargo, parece que muchas personas solo piensan en sí mismas, y lo demuestran a diario con sus acciones: el descaro con que estafan a otros, su agresividad al conducir, el lenguaje grosero que emplean, su temperamento explosivo...
La mentalidad del “yo primero”, la de solo pensar en uno mismo, también existe dentro de muchas familias. Por ejemplo, hay quienes se divorcian simplemente porque creen que merecen algo mejor. Hasta los padres pueden sembrar las semillas del egoísmo en sus hijos sin darse cuenta. ¿De qué manera? Al consentirles todos sus caprichos y no atreverse a disciplinarlos.
En cambio, son muchos los padres que están enseñando a sus hijos a pensar primero en los demás, con resultados muy positivos. Los niños que son considerados tienen mayores probabilidades de hacer amigos y disfrutar de relaciones saludables; además, se sentirán felices y satisfechos, pues como dice la Biblia, “hay más felicidad en dar que en recibir” (Hechos 20:35).
Si usted tiene hijos, ¿qué puede hacer para ayudarlos a ser considerados y a no dejarse contaminar por el espíritu de egoísmo que los rodea? Examinemos tres costumbres que pueden promover la actitud del yo primero en los hijos y qué hacer para evitarlas.
1 Alabar en exceso
El problema. Los investigadores han observado una preocupante tendencia: muchos jóvenes entran en el mercado laboral convencidos de que tienen derecho a todo, esperando tener éxito aunque hayan hecho poco o nada para alcanzarlo. Algunos dan por sentado que recibirán un ascenso en poco tiempo sin haber dominado siquiera el oficio. Otros creen que son especiales y que merecen un trato especial, pero cuando descubren que el mundo no los ve así, se derrumban.
La raíz. En muchos casos, el problema tiene su origen en la crianza que recibieron. Por ejemplo, el movimiento de promoción de la autoestima, tan popular en décadas recientes, ha influido excesivamente en algunos padres. Sus principios parecían válidos: si unas pocas palabras de alabanza le hacen bien al niño, muchas le harán mejor. Por otra parte, se creía que cualquier muestra de desaprobación lo desalentaría; y hacer eso era el colmo de la irresponsabilidad en un mundo cuya misión era fomentar la autoestima de los hijos. Al niño nunca debía hacérsele sentir mal consigo mismo, o por lo menos eso era lo que se les decía a los padres.
Muchos comenzaron a colmar de elogios a sus hijos, aun cuando no hubieran hecho nada especial para recibirlos. Cualquier logro, por pequeño que fuera, se celebraba; y toda falta, por grande que fuera, se disculpaba. Tales padres creían que el secreto para elevar la autoestima era pasar por alto lo malo y elogiar todo lo demás. Hacer que el niño se sintiera bien consigo mismo cobró más importancia que enseñarle a hacer cosas que lo hicieran sentir bien.
Lo que enseña la Biblia. La Biblia reconoce que la alabanza es oportuna cuando es merecida (Mateo 25:19-21). Pero alabar al niño con el único fin de no hacerlo sentir mal puede llevarlo a desarrollar una visión distorsionada de sí mismo. La Biblia no se equivoca al decir: “Si alguien piensa que es algo, no siendo nada, [se] está engañando” (Gálatas 6:3). Con razón aconseja a los padres: “No dejes de corregir a tus hijos. No se van a morir porque seas firme” (Proverbios 23:13, Contemporary English Version [Versión en inglés contemporáneo]). *
Lo que usted puede hacer. Propóngase corregir a sus hijos cuando sea necesario y elogiarlos cuando haya verdaderos motivos. No esté alabándolos a cada rato con el simple fin de hacerlos sentir bien. Lo más probable es que no funcione. “La verdadera confianza en uno mismo brota de ejercitar los talentos y aprender cosas, no de que le digan que es extraordinario tan solo porque existe”, comenta el libro Generation Me (La generación del yo).
“Ninguno se crea mejor de lo que realmente es. Sean realistas al evaluarse.” (Romanos 12:3, Nueva Traducción Viviente)
2 Proteger en exceso
El problema. Un gran número de los jóvenes que se incorporan a la fuerza laboral no están preparados para encarar las adversidades. Unos quedan deshechos ante la más mínima crítica y otros solo aceptan empleos que estén a la altura de sus desmedidas expectativas. En el libro Escaping the Endless Adolescence (Cómo escapar de la eterna adolescencia), el psicólogo Joseph Allen cuenta que un joven le dijo lo siguiente mientras lo entrevistaba para un puesto de trabajo: “Tengo la sospecha de que algunos aspectos de este trabajo son un poco aburridos, y yo no quiero aburrirme”. El doctor Allen escribe: “Este joven parecía no entender que todos los empleos tienen su parte aburrida. ¿Cómo puede llegar alguien a los 23 años sin saber eso?”.
La raíz. Muchos padres se sienten obligados a proteger a sus hijos de toda clase de dificultades. ¿No aprobó el hijo un examen? Hablan con el maestro para exigirle que le suba la nota. ¿Recibió una multa por una infracción de tránsito? Van y la pagan. ¿Sufrió un desengaño amoroso? Le echan toda la culpa a la otra persona.
Es natural que los padres quieran proteger a sus hijos, pero si se exceden pueden transmitirles una idea equivocada: que no tienen que hacerse responsables de sus acciones. “En lugar de aprender que pueden sobrevivir al dolor y la decepción, e incluso aprender de ello, los niños crecen siendo extremadamente egocéntricos, convencidos [de] que el mundo y sus padres [les] deben algo”, dice el libro Disciplina positiva para adolescentes.
Lo que dice la Biblia. Las adversidades forman parte de la vida. De hecho, la Biblia admite que “a todos les llega algún mal momento”, sin excepción alguna (Eclesiastés 9:11, Biblia de Jerusalén, 2009). Por ejemplo, el apóstol Pablo sufrió todo tipo de penalidades en el cumplimiento de su ministerio. No obstante, tales adversidades le fueron de provecho, como él mismo reconoció: “He aprendido, en cualesquiera circunstancias que esté, a ser autosuficiente [...;] he aprendido el secreto tanto de estar saciado como de tener hambre, tanto de tener abundancia como de padecer necesidad” (Filipenses 4:11, 12).
Lo que usted puede hacer. Tomando en cuenta el grado de madurez de sus hijos, procure aplicar el siguiente principio bíblico: “Que cada uno cargue con lo suyo” (Gálatas 6:5, La Biblia Latinoamérica, 2011). Si su hijo recibió una multa por una infracción de tránsito, lo más conveniente tal vez sea que él la pague con su dinero. Si no aprueba un examen, sería bueno que lo tomara como una llamada de atención y se preparara mejor para la próxima vez. Si sufre un desengaño amoroso, consuélelo, pero a su debido tiempo ayúdelo a reflexionar con preguntas como: “¿Me habrá pasado esto por algún defecto que tengo que corregir?”. Los muchachos que resuelven sus problemas se hacen más fuertes y seguros de sí mismos, cualidades que podrían faltarles si alguien acudiera siempre en su rescate.
“Que cada uno pruebe lo que su propia obra es, y entonces tendrá causa para alborozarse.” (Gálatas 6:4)
3 Proveer en exceso
El problema. En un sondeo realizado entre adultos jóvenes, el 81% dijo que la principal meta de su generación es “hacer dinero”, muy por encima de ayudar a los demás. Sin embargo, conseguir riquezas no produce verdadera satisfacción. De hecho, las investigaciones revelan que quienes dan demasiada importancia a los bienes materiales son menos felices y se deprimen con más facilidad, además de que presentan un mayor índice de trastornos físicos y mentales.
La raíz. Hay niños que crecen en un ambiente familiar materialista. El libro The Narcissism Epidemic (La epidemia del narcisismo) comenta: “Los padres quieren hacer felices a sus hijos, y los hijos quieren cosas. Así que los padres les compran cosas, y los hijos son felices... aunque por poco tiempo; entonces quieren más”.
Como era de esperar, la industria de la publicidad ha estado más que dispuesta a aprovechar la insaciable sed de los jóvenes por tener más. Promueve ideas del tipo: “Tú te mereces lo mejor” y “Tú lo vales”. Muchos adultos jóvenes se han tragado el mensaje y ahora están llenos de deudas y sin dinero para pagar las cosas que “se merecen”.
Lo que dice la Biblia. La Biblia reconoce que el dinero es necesario (Eclesiastés 7:12). Pero al mismo tiempo nos advierte que “el amor al dinero es raíz de toda clase de males”. Y añade que quienes se han dejado arrastrar por dicho amor “han llenado de sufrimiento sus propias vidas” (1 Timoteo 6:10, Dios habla hoy). Por eso nos anima a conformarnos con tener nuestras necesidades básicas cubiertas en lugar de ir en busca de muchas posesiones (1 Timoteo 6:7, 8).
“Los que están resueltos a ser ricos caen en tentación y en un lazo y en muchos deseos insensatos y perjudiciales.” (1 Timoteo 6:9)
Lo que usted puede hacer. Examine su propio punto de vista sobre el dinero y los bienes materiales. Deles la prioridad a las cosas que realmente lo merecen y enseñe a sus hijos a hacer lo mismo. The Narcissism Epidemic recomienda: “Padres e hijos pueden analizar preguntas como las siguientes: ‘¿Cuándo conviene comprar artículos rebajados, y cuándo no? ¿Qué es una tasa de interés? ¿Has comprado algo simplemente porque alguien te lo recomendó?’”.
No caiga en la trampa de usar las posesiones como una droga para evadir los problemas familiares. “Arrojar bienes materiales a los problemas es una solución notoriamente fallida —asegura el libro El precio del privilegio—; los problemas deben atenderse con ideas, entendimiento y empatía, no con zapatos y bolsas.”
^ párr. 11 La Biblia no apoya el maltrato físico ni emocional de los niños (Efesios 4:29, 31; 6:4). La corrección tiene como objetivo enseñar; no debe ser una válvula de escape para la irritación de los padres.